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Ha pasado 6 años desde que el Perú sumó una segunda denominación de origen (DO) a la ya existente. Primero fue el pisco y a él se sumo el maíz gigante del Cusco.
A la fecha tenemos ocho DOs, seis de las cuales se sumaron a las ya existentes entre el 2006 y el 2011: Chulucanas, pallar de iCa, Villa Rica, café Machu Picchu- Huadquiña y maca  Junín-Pasco..
Una DO permite no solo distinguir un producto sino lo protege asociado a la ubicación geográfica donde se produce o se cultiva. El impacto comercial de la aplicación de las Dos aún está por medirse no solo en su posicionamiento del producto en los mercados externos y por consiguiente en el incremento de sus exportaciones sino en la mejora y control de los estándares de calidad.
Se ha anunciado que el INDECOPI, conjuntamente con los Ministerios de Agricultura y Comercio Exterior, está relanzando este trabajo haciendo que no solo el Estado sea partícipe sino también el sector privado y los propios productores o agricultores y que esto se vea reflejado en mejoras en el mundo rural productor y por ende  su impacto en la extrema pobreza que aún tiene una presencia preocupante en esas comunidades.
Actualmente hay cuatro iniciativas en trámite: el queso mantecoso de Cajamarca, la chirimoya de Cumbe, los hongos de Marayhuaca y el algodón nativo de Lambayeque. Sin embargo hay otros productos como el algodón Pima de Piura; una inmensidad de hierbas medicinales; cientos de variedades de papas nativas y otros tantos productos , lo que nos llama a la preocupación pues hay laboratorios farmaceúticos que están haciendo investigación y se corre el riesgo que nuestra gran biodiversidad sea patentada y se produzca la paradoja que tengamos que pagar “royalties” por su uso.

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